
Vladímir Vladímirovich Putin ganó las elecciones presidenciales del 26/03/2000 con el 52,94% de los votos. Durante su gestión hubo altos índices de crecimiento económico, con un incremento del 72% en el PIB y una sustancial disminución de la pobreza, gozando de amplio apoyo popular y fue reelegido en las elecciones de marzo de 2004 con el 71,31% de los votos.
Durante las 2 primeras presidencias de Putin en Rusia, un pacto tácito funcionó entre él y su pueblo, explica la revista Foreign Policy. Él les ofrecería alivio de la inestabilidad y crisis económicas que habían vivido en los años '90 y, a cambio, ellos lo dejarían gobernar como él quisiese.
Director del Servicio Federal de Seguridad (ex KGB), en 1998; le agregó en marzo de 1999 el cargo de secretario del Consejo de Seguridad Nacional, y cuando Boris Yeltsin renunció el 31/12/1999, Putin fue el Presidente interino.
Esto quiere decir que él se mantiene en el poder desde hace 18 años. La revista Foreign Affairs recordó que, consecuencia de ingresos extraordinarios por los altos precios de la energía, y la proyección de su propia imagen personal en medio de la guerra que lanzó en Chechenia, Putin acumuló poder.
Una imagen de juventud, vigor y masculinidad que, combinada con la promesa de devolver a la devaluada Rusia un rol preponderante en materia internacional, crearon los incentivos ideológicos de apoyo al régimen. La estructura que él supo construir lo hacía parecer invencible.
Es evidente que Rusia hoy día es un coprotagonista que le provocó dilemas y hasta problemas a USA en varios escenarios geopolíticos: ayudó a Irán a resistir la presión de Occidente hasta el acuerdo nuclear reciente, puso un freno a la expansión de la Unión Europea/OTAN hacia Ucrania, sostuvo en Siria a Bashar al-Assad; y en Latinoamérica trabó acuerdos con Venezuela, Brasil, Argentina, Cuba, Ecuador y Nicaragua.
En los recientes 2 años, el Presidente ruso anexó Crimea y comenzó una guerra en el este de Ucrania, duplicó su apoyo a al-Assad, y -según USA pero es diferente la versión de Rusia- acosó a su vecino Turquía, sobrevolando con aviones militares su territorio (aunque los turcos son difíciles de defender porque sus gobernantes corruptos son sospechosos de hacer negocios con los terroristas de Estado Islámico).
El gran problema para Putin es el derrumbe de los precios del crudo y el gas, situación que complicó el financiamiento de su geopolítica expansiva: para mantenerse en Siria o en Crimea se necesita un dinero que a Rusia le resulta complicado conseguir.
Si bien el peligro que supone Estado Islámico en el norte del Cáucaso es real, muchos analistas leyeron el ingreso de Rusia en Siria como un nuevo desafío a Occidente, ya que Putin tambien ametralló a los otros rebeldes que apoya USA.
En el caso de Turquía, recientemente declaró el nivel de alerta máxima en sus bases, tras la violación en noviembre 2015 de su espacio aéreo por parte de Rusia, que lo ha negado y que a su vez inició bloqueos onerosos para Turquía como la suspensión de un gasoducto que construía para llevar el fluido hasta Europa sustituyendo el paso por Ucrania.
La fuerza
Es cierto que el pacto entre Putin y el pueblo ruso está debilitado. Su imagen pública ha declinado, tal como sucede en toda sociedad que ingresa a una recesión. De todos modos, Putin tiene mecanismos formidables de exaltar el nacionalismo ruso, y eso puede darle sobrevida.
El problema central de Putin consiste en que es improbable que los precios del crudo y el gas suban en lo inmediato. Y la economía rusa es absolutamente dependiente de la exportación de energía porque Rusia no ha conseguido descollar como potencia industrial pese al desarrollo de su industria bélica.
El gran fracaso de Putin, que lo está pagando caro, consiste en que él no ha sido capaz de reformar ni modernizar ni hacer competitiva a Rusia. Y nunca ocurrirá el cambio estructural en tanto y en cuanto el statu-quo siga beneficiando a la élite política rusa de la que Putin es un emergente: llegó al poder gracias a los 'oligarcas'que promovió Yeltsin. Luego creó su grupo de privilegiados y entonces se parece más a un país emergente que a un país del 1er. Mundo.
El sistema político de Putin corre peligro. "Su centralización autoritaria, se suponía que iba a crear un ‘poder vertical’ fuerte, que traería orden al aparato administrativo, lo liberaría de la corrupción, y subordinaría a las élites regionales rusas y no rusas a la voluntad de Moscú. En cambio, la sobre-centralización ha producido el efecto contrario, fragmentando a la burocracia, alentando a los burócratas a perseguir sus propios intereses, y permitiéndole a las elites regionales volverse cada vez más insubordinadas (…)”, explica Foreign Affairs.
Desde afuera, Rusia es percibido como un Estado incapaz de vencer políticamente a Ucrania, aún cuando la intervención en Siria le haya devuelto un protagonismo impensado y la intervención bélica resulte exitosa.
Hacia adentro, desde 2012 han ocurrido en Rusia algunas protestas importantes, que el régimen pretende aplacar mediante una nueva legislación que permite a la policía secreta disparar a los manifestantes, de acuerdo a Alexander J. Motyl, profesor de Ciencia Política en Rutgers University-Newark, autor del ensayo que publicó Foreign Policy.
Putin acusó a los estadounidenses y los europeos de estar detrás de esas manifestaciones. Mediante sus medios de comunicación vinculados, Putin comenzó a estigmatizar a sus críticos. Su mensaje al resto de la sociedad consiste en que hay amenazas externas, por lo que los rusos deben reunirse en torno a su líder para sobrevivir.
Ese discurso fundamentó la anexión de Crimea, que Putin presentó a los rusos como una movida necesaria para defender a la población de origen ruso en ese país, de bandas de ucranianos neo-nazis y homicidas. De todos modos, tal como sostuvo Urgente24 en su momento, era impensable que Rusia tolerase quedarse sin Crimea por el nexo histórico y la composición demográfica prevaleciente en ese territorio. Mal que le pese a Motyl, es ridículo el planteo de Ucrania de pretender enfrentarse a Rusia y controlar Crimea en forma simultánea. También es cierto que los sucesos en Ucrania fueron provocados por grupos que apoyaban la Unión Europea y USA, que subestimaron la reacción de Putin.
La guerra en Ucrania –en la que tuvieron un disparador evidente las intromisiones de Occidente- provocó las sanciones estadounidenses y europeas posteriores pero Putin no podía retroceder porque su reacción había gozado del respaldo de la sociedad rusa.
El problema es que hoy, la visión de una Rusia otra vez grande, casi imperial, está llegando a su fin. Por sus errores y la decadencia del sistema, Putin ya no tiene los recursos para sostener el proyecto. El Presidente depende en forma creciente de la fuerza coercitiva para mantenerse a flote.
Los medios de comunicación rusos, en su mayoría controlados por el Kremlin o bien por sus aliados, o censuran u ocultan en forma permanente las informaciones que surgen sobre posibles casos de corrupción que salpican al Presidente, explica el periódico digital El Español, que dirige Pedro J. Ramírez.
Ahora mismo están haciendo caso omiso de la reciente aseveración del Reino Unido de que Putin “probablemente” haya aprobado el asesinato de su compatriota Alexander Litvinenko, en 2006.
“Una nueva ‘guerra fría’”
Los ingleses mantienen una particular inquina con Putin. Al conservador 1er. ministro David Cameron, le simpatiza toda campaña contra Rusia, marcando un contraste con Alemania, donde Angela Merkel es tolerante, en parte porque banqueros germanos son acreedores de Rusia. No es un dato menor que el ascenso de Putin en el servicio secreto ruso haya sido a partir de su desempeño en la oficina de la KGB en Alemania oriental.
El ejército ruso hoy está involucrado en 2 guerras: Siria y Ucrania.
La guerra contra Ucrania, de momento, le permitió la anexión de 2 regiones: Crimea y Donbás, pero el problema es que son muy necesitas en términos económicos. Las repercusiones de la anexión de Crimea, en marzo de 2014, le valieron al país sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos. El plan de Moscú de anexar todo el sudeste de Ucrania, falló.
En septiembre de 2015, envalentonado por los reparos estadounidenses a involucrarse en otro conflicto en Medio Oriente, pero decidido a preservar la base militar rusa de Tartus sobre el Mediterráneo (instalación "estratégica" por su ubicación, construída en 1971 y bajo soberanía rusa, aunque se le considera como un punto de apoyo material y técnico, y no una "base"propiamente dicha), Putin respaldó a al-Assad.
Putin le ordenó a su fuerza aérea intervenir en la guerra civil siria. Recientemente, Rusia ha llevado sus joyas bélicas a ese territorio: Junto con los sistemas de misiles antiaéreos S-400 y Pantsir-S1, sus aeronaves Su-35S de la generación 4++, que necesitan pasar pruebas en condiciones de combate reales para atraer compradores como China.
Aunque Rusia asegura que su objetivo es Estado Islámico, la realidad es que sus ataques incluyeron a grupos opositores pro-occidentales, tal como era obvio: Putin es un aliado de al-Assad. El problema de Occidente es que no previó el escenario emergente de la intervención rusa.
De todos modos, la victoria militar en Siria -un esfuerzo que incluye a 4 buques de la Flota del mar Caspio con misiles Kalibr- no es una cuestión del corto plazo.
En cualquier caso, según el semanario británico The Economist, las intervenciones rusas en Siria y Ucrania son el antecedente de una nueva “guerra fría”.
A mediados de 2015, el régimen de al-Assad admitió estar “fatigado” y con “falta de recursos humanos (en su ejército)”, tras varias derrotas. Pero todo cambió desde el 30/09/2015 cuando Rusia entró en acción.
Algunos se preguntan hasta dónde está preparado a ir Putin para obtener una victoria militar en Siria, tras haberse auto-erigido en “protector del pueblo ruso”.
“Los jets rusos no alcanzan”, afirma The Atlantic. “Probablemente se necesitaría decenas de miles de tropas para recapturar y retener ciudades como Aleppo y Raqqa.”
Sin embargo, para la tarea terrestre, hasta ahora Rusia ha utilizado batallones provistos por los libaneses chiíes de Hezbollah y por sirios ahora entrenados por los Guardias de la Revolución iraníes.
Es difícil imaginar a Putin aceptando una derrota en Siria o en cualquier otro escenario, explica la revista The Atlantic. Ha cultivado una imagen de padre del pueblo ruso, que le devolverá al país su lugar en el panorama mundial.
Putin podría intensificar los bombardeos aéreos o desplegar “pequeños hombres verdes” (hombres armados que patrullaban las calles de Crimea, integrantes de las fuerzas armadas rusas, pero Putin decía que eran residentes que se habían organizado solos).
Él se ha cuidado hasta ahora de evitar bajas humanas en su intervención en Medio Oriente, con la excepción de los pilotos que murieron derribados por aviones de Turquía, y los civiles rusos fallecidos en el atentado contra un avión que despegó en Egipto.
Por el momento ha logrado controlar la posibilidad de Estado Islámico o ISIS de utilizar terroristas entre la población musulmana sunnita rusa (que son mayoría entre los 16 millones de musulmanes que viven en ese país). La mayoría de los musulmanes rusos viven en la región del Cáucaso. Aproximadamente un 5% de ellos son salafistas o wahabistas, las formas ultraconservadoras del islam a las que ISIS adhiere.
Chechenia
Opositor a Putin en el Parlamento, Dimitri Gudkov es un hombre solo ante el peligro. Expulsado del partido Rusia Justa, ha decidido no callar:
-¿Qué cambió en Rusia cuando, hace un año, mataron al líder opositor Boris Nemtsov?
-Aquel día cambió la atmósfera en nuestro país. Ahora somos otro país distinto. El monopolio de la fuerza que tenía el Estado se ha malogrado. Sé que el asesinato no fue por orden de Putin, que de hecho se enfadó al enterarse. Sé que las fuerzas de seguridad rusas: investigadores, el FSB... Quieren de verdad esclarecer este asesinato. Pero no lo han logrado. Porque se toparon con otro grupo muy influyente. Ahí se quiebra el monopolio de la violencia. Y cuando eso pasa es un riesgo para la oposición y para la élite también. Antes fue Nemtsov, mañana puede ser alguien de la élite. Porque ahora la tarta es menor a la hora de repartir: se puede perder el negocio, o tal vez la vida. La investigación no ha fracasado del todo. Mañana puede resolverse.
-¿Quién no deja avanzar al investigación?
-El grupo cercano a Ramzam Kadirov, el líder de Chechenia. Sé que la decisión no se ha tomado respecto a esto y que existe un pulso sobre si investigar o no llegar hasta el fondo. Mucha gente en la élite está interesada en esclarecerlo. Kadirov está haciendo campaña con su gente y se ha enfrentado a la oposición. Y ése es un síntoma de que tiene problemas con Putin. La relación entre ambos se ha enfriado desde el asesinato de Nemtsov. Kadirov trata de mostrar lealtad a Putin y de lucir su poder ante la élite, porque tiene problemas con las fuerzas de seguridad. La decisión no se ha tomado, pero podría ser integrado al Gobierno ruso: sería una manera de sacarlo de Chechenia, disminuir su influencia.
-Ahora hay otro problema más acuciante, ¿cómo puede salir Rusia de la crisis?
-Es imposible llevar a cabo reformas económicas sin reformas políticas. Hay que mejorar el clima para los negocios, mejorar la seguridad jurídica de la propiedad. Esta crisis acaba de empezar y es más grave que la de 1998. Ahora se trata del pasado, no del futuro: nuestra economía depende del petróleo y el gas. En 1998, había posibilidades de desarrollar los mercados, pero ahora es imposible sin una reforma política y económica. Si Putin y su gente deciden llevar las reformas adelante y negociar con la oposición habrá posibilidad de cambiar la situación. Si no, la alternativa es una dictadura.
-¿Y eso está en la agenda por fin?
-Sé que hay una gran cantidad de diputados de Rusia Unida (el partido de Putin) que no respaldan esta política.
Enemigos históricos a aliados estratégicos
La relación con USA es menos que precaria. Luego de un frenético intercambio de listas de personas desautorizadas a viajar al otro país, Rusia prohibió la entrada a 5 estadounidenses en respuesta a la ampliación de la 'lista Magnitski' por parte de Washington DC, informó la Cancillería rusa en un comunicado.
En particular, se trata del exministro de Justicia, Alberto R. Gonzales; el ex subsecretario de Defensa para Asuntos Legales, Douglas J. Feith; el ex asesor legal de la CIA, John Rizzo; el ex viceministro de Justicia, Jay Scott Bybee; y el ex consejero general del Departamento de Defensa, William James Haynes II.
Serguéi Magnitski, consultor del fondo de inversiones británico Hermitage Capital Management, falleció en noviembre de 2009 a los 37 años de edad, tras haber permanecido 11 meses en una prisión preventiva rusa a la espera de juicio por presunto delito de evasión fiscal.
Los senadores estadounidenses avalaron en diciembre de 2012 un proyecto de ley que impone restricciones de entrada a USA a un grupo de funcionarios rusos supuestamente implicados en la muerte de Magnitski.
Rusia y USA tienen otro conflicto en progreso: hace tiempo que a Moscú le preocupa la presencia de yihadistas en la zona del Cáucaso y ex repúblicas soviéticas.
En particular en Afganistán, Rusia le teme a un afiliado local de ISIS llamado Estado Islámico de Khorasán (una antigua referencia a un gran territorio que incluye partes de Afganistán, Irán y el Centro de Asia). La filial afgana de ISIS está compuesta por talibanes renegados, y fue creada en enero de 2015.
Por eso, Rusia se ha acercado a su enemigo histórico, los talibanes (muchos de ellos no le han jurado lealtad al auto-proclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi, jefe de ISIS), para compartir información de inteligencia sobre Estado Islámico, que los amenaza a ambos.
“Para Moscú, es preocupante que ISIS se esté haciendo fuerte en su propio patio trasero, especialmente luego de que, a fines del año pasado, Rusia lanzara una campaña aérea para reforzar a su aliado en Siria, el Presidente Bashar al-Assad, y atacara a la rama principal del ISIS”, explica Foreign Affairs.
A pesar de que Rusia, en un principio, había percibido el avance de ISIS como un factor terrorista que podía beneficiarlo porque quitaba la atención de Occidente en Ucrania, hoy día lo considera un enemigo importante.
La inteligencia rusa ha comprobado que alrededor de 2.400 personas del Cáucaso se han ido a pelear junto al Estado Islámico, que podrían querer regresar en su rol de terroristas. Ese camino lo harían a través de Afganistán, lo que explica la necesidad de aliarse de manera temporaria con uno de sus mayores enemigos históricos.
Stalin y el culto a la personalidad
Según el profesor Alexander J. Motyl, Putin está recurriendo a la memoria del dictador Joseph Stalin, quien fuera el líder de la ex Unión Soviética desde principios de los años ’20 hasta su muerte en 1953, para exhortar a su gente al sacrificio.
El mensaje de Putin a los rusos es claro: al igual que Stalin, el Presidente ruso tomará las acciones necesarias para defender a su país.
“Podría haber daño colateral, pero confíen en él, es bueno para Rusia”, sería el mensaje central. Así, el régimen recurre al recuerdo de los eventos ocurridos durante la 2da. Guerra Mundial, conocidos como la “Gran Guerra Patriótica”, una etapa muy sensible y de mucho sacrificio para los rusos.
Los crímenes de Stalin son olvidados, atrás quedan las hambrunas, las ejecuciones masivas, las deportaciones y los GULAG, y al frente pasan sus victorias como militar.
Una encuesta reciente reveló que el 34% de los rusos cree que “Sin importar las fallas y fracasos atribuidos a Stalin, lo más importante es que, bajo su liderazgo, Rusia fue victoriosa en la 2da. Guerra Mundial.”
Pero la cuestión es la economía.
Oleg Kouzmin, economista de Renaissance Capital, explica que hay ciertas diferencias entre las privatizaciones de los años '90 y las que ejecutará ahora Putin: "La primeras privatizaciones tenían el objetivo de ajustar la estructura económica y hacerla más eficiente. Mientras que ahora la intención es recaudar dinero, la caída del petróleo se ha convertido en la principal razón para retomar la agenda privatizadora".
Y es que más de la mitad del presupuesto público ruso provenía de los ingresos derivados del petróleo y el gas, hasta 2014. En 2015, con la caída del precio de las materias primas de trasfondo, los ingresos públicos cayeron en un 43%. La situación es compleja, Moscú ya se ha comprometido a recortar el gasto público un 10%, pero no será suficiente para equilibrar las cuentas públicas, por lo que la mejor opción segura para el país pasa por privatizar algunas empresas, explica Financial Times.
No está muy en claro cuáles son los límites de esta estrategia posible de Putin. Pero la privatización de porciones de las empresas rusas como corolario de la crisis del precio del petróleo y el gas es una cuestión que habrá que seguir con atención.