
Palm Beach, Florida - Noviembre del 2004 - Jane Doe No. 2
Michelle Licata subió una serpenteante escalera estrecha, cuyas paredes estaban cubiertas de fotos de niñas desnudas. Al final de la escalera había una habitación grande con baño, cubierta con una alfombra de pelo largo color crema y un sofá rosado y verde menta.
La habitación estaba casi en penumbras y el aire acondicionado se hacía sentir.
Había un tocador, una mesa de masajes y un reloj.
Un hombre de pelo cano cubierto solamente con una toalla entró a la habitación. Se acostó boca abajo en la mesa de masaje y, mientras hablaba por teléfono, le dijo a Licata que le diera un masaje en la espalda, las piernas y los pies.
Después que terminó de hablar, el hombre se dio la vuelta y se quitó la toalla, quedando desnudo. Entonces le dijo a Licata que se pusiera cómoda y, con voz firme, le ordenó que se quitara la ropa.
Licata, que tenía 16 años, nunca se había desnudado completamente delante de alguien. Temblorosa y con mucho miedo, se quitó mecánicamente los jeans y se quedó en ropa interior. El hombre puso la alarma para dentro de 30 minutos y entonces le desabrochó el sostén. Empezó a tocarla con una mano y masturbarse con la otra.
“Yo no le quitaba la vista al reloj porque no quería tener en mi mente la imagen de lo que él hacía”, recodó Licata.“Él siguió metiéndome los dedos y me dijo que le pellizcara los pezones. Y seguía diciéndome “así, hazlo así, más duro’ ”.
Cuando eyaculó, se puso de pie, se fue a la ducha y le dijo a Licata que se podía marchar, como si nada.
No pasó mucho tiempo antes que las compañeras de escuela de Licata en la secundaria Royal Palm Beach se enteraran que había“un viejo asqueroso” llamado Jeffrey, que vivía en una mansión rosada frente al mar, que pagaba entre US$200 y US$300 a jovencitas para que le dieran masajes, que rápidamente terminaban en actos sexuales.
Al final, la Policía de Palm Beach, y entonces el FBI, tocaron a la puerta de Licata. En el informe policial se identificó a Licata como Jane Doe No. 2 para proteger su identidad como menor de edad.
Pero no quedó ahí: Las autoridades identificaron entonces a Jane Doe No. 3, Jane Doe No. 4, Jane Doe 5, 6, 7, 8, y con el pasar de los años, a Jane Doe 102 y 103.
Mucho antes que #MeToo se convirtiera en catalizador de un movimiento contra la agresión sexual a las mujeres —y una década antes de la caída de Harvey Weinstein, Bill Cosby y el doctor Larry Nassar, médico del equipo olímpico estadounidense de gimnasia— existió Jeffrey Edward Epstein.
Epstein, un gerente multimillonario de fondos de cobertura entre cuyos amigos había una constelación de artistas, políticos, magnates y miembros de la realeza, durante años atrajo a niñas adolescentes a su mansión de Palm Beach como parte de una trama sexual, identificó la Policía de Palm Beach.
Las menores llegaban en taxi para encuentros sexuales a todas horas del día y de la noche. A casi todas les explicaban que les pagarían para darle un masaje a un hombre mayor, y que era posible que les pidiera que se quedaran en ropa interior o se desnudaran. Pero lo que empezaba como un masaje muchas veces llevó a la masturbación, el sexo oral, el coito y otros actos sexuales, muestran registros policiales y judiciales. Los supuestos abusos datan del 2001 y ocurrieron durante años.
En el 2007, a pesar de evidencias físicas suficientes y varios testigos que corroboraron las versiones de las niñas, fiscales federales y los abogados de Epstein negociaron en secreto un acuerdo extraordinario que favorecía a Epstein, entonces de 54 años. Epstein aceptó declararse culpable de dos cargos graves de prostitución en un tribunal estatal. A cambio, él y sus cómplices recibieron inmunidad de cargos federales de tráfico sexual que pudieran haberlo enviado a prisión de por vida.
Epstein cumplió 13 meses en un ala privada de la cárcel del Condado Palm Beach. Sus supuestos cómplices, quienes lo ayudaron a planear las sesiones sexuales, nunca fueron encausados.
El acuerdo de negociación de cargos que Epstein negoció con la fiscalía federal fue sellado, de manera que nadie —ni siquiera las víctimas— conocía el verdadero alcance de sus delitos ni quién más participó en ellos. Alexander Acosta, entonces fiscal federal de Miami, participó directamente en las negociaciones, indican registros, cartas y correos electrónicos.
Caso Jeffrey Epstein. Capítulo 1
Caso Jeffrey Epstein. Capítulo 2
Acosta es ahora miembro del gabinete del presidente Donald Trump. Como secretario del Trabajo, está encargado, entre otras cosas, de hacer cumplir las leyes internacionales sobre el trabajo infantil y el tráfico de personas, y recientemente fue mencionado como posible sucesor de Jeff Sessions, el secretario de Justicia que renunció bajo presión a principios de noviembre.
El ex fiscal federal Alexander Acosta, ahora secretario federal del Trabajo, fue llamado a explicar su acuerdo de negociación de cargos con Jeffrey Epstein durante su audiencia de confirmación en el Senado.
El Miami Herald analizó miles de páginas de registros jurídicos y demandas, declaraciones juradas de testigos y documentos del FBI recién dados a conocer, y también le siguió la pista a más de 80 mujeres que dicen fueron víctimas de Epstein, desperdigadas por todo el país e incluso el extranjero. Hasta ahora, esas víctimas —que ahora tienen entre 25 y 35 años— nunca han hablado en público sobre cómo las mismas personas del sistema de justicia penal que debían haber pedido cuentas a Epstein, las avergonzaron, silenciaron y traicionaron.
“¿Por qué los que no tienen dinero van a prisión, y ni siquiera pueden salir en libertad bajo fianza? A él [Epstein] no le pasó nada, ni siquiera piensa que hizo algo indebido”, dijo Licata, que ahora tiene 30 años.
Licata es una de 36 mujeres oficialmente identificadas por el FBI y la fiscalía federal como víctimas de Epstein, que ahora tiene 65 años. Pero después que el caso del FBI fue cerrado en el 2008, testigos y supuestas víctimas declararon en un tribunal civil que cientos de menores fueron llevadas a las residencias de Epstein, entre ellas menores de Europa, América Latina y antiguas repúblicas soviéticas.
Pero Acosta y el batallón de abogados de Epstein —Alan Dershowitz, profesor de Derecho de la Universidad de Harvard; Jay Lefkowitz, Gerald Lefcourt, Jack Goldberger, Roy Black, Guy Lewis y el fiscal especial del caso Whitewater, Kenneth Starr— al final lograron un acuerdo extraordinario a favor de Epstein, que le permitió salvarse de cargos federales y no cumplir tiempo en una prisión federal o estatal.
Policía bajo presión
En realidad, sólo hubo dos personas dispuestas a arriesgar su carrera para encausar a Epstein: Michael Reiter, entonces jefe de la Policía de Palm Beach; y el detective Joseph Recarey.
Para Reiter, el magnate Jeffrey Epstein no era más poderoso que ninguna de las aproximadamente 8.000 personas poderosas que vivían en la isla. La Policía había manejado casos sensacionales de vecinos acaudalados, desde el asesinato de herederas hasta un caso de violación que involucraba a William Kennedy Smith, de la familia Kennedy.
Palm Beach es una isla de 10,4 millas cuadradas (16,7 Km2) ubicada entre el Canal Instracostero y el Atlántico, donde viven algunas de las personas más acaudaladas del país. El presidente Donald Trump tiene en Palm Beach su Casa Blanca de invierno y el lugar genera titulares noticiosos tanto por su ostentación como por sus esfuerzos poco comunes para proteger su imagen, como prohibir a la gente correr sin camiseta.
Pero resultó un poco sorprendente, incluso para Reiter, conocer que uno de los vecinos recibía a menores de edad en su mansión a toda hora del día y de la noche.
En sus primeras entrevistas con la prensa sobre el caso, Reiter y Recarey revelaron nuevos detalles sobre la investigación y cómo, en su opinión, fueron presionados por el entonces fiscal estatal de Palm Beach, Barry Krischer, para reducir el caso a cargos menos graves o sencillamente desestimarlo.
Entre marzo del 2005 —cuando se abrió el caso— y siete meses después, cuando la policía registró la mansión de Epstein, Recarey había identificado a 21 posibles víctimas, según una copia del informe policial obtenida por el Miami Herald. Para cuando la Policía consideró que tenía pruebas suficientes para arrestar a Epstein bajo cargos de delitos sexuales, las autoridades ya habían identificado a 35 posibles víctimas menores de edad y buscaban a por lo menos una docena más, dijo Recarey.
“Me sorprendió lo rápido que creció el caso. Yo pensé que en algún momento habría una última entrevista, pero sucedía que la víctima siguiente me daba tres o cuatro nombres más, y la siguiente otros tantos, y la cantidad de personas era cada vez mayor”, dijo Recarey.
Para entonces Epstein se había enterado de la situación por algunas de las menores interrogadas por la Policía. Epstein contrató al famoso abogado Alan Dershowitz.
“Alan Dershowitz vino y se reunió en privado con Krischer [el fiscal estatal de Palm Beach]”, dijo Recarey. “Y los chanchullos que hubo, no creo los haya visto o escuchado antes”.
Informes policiales muestran que investigadores privados de Epstein intentaron entrevistar a personas haciéndose pasar por policías; que revisaron la basura de la casa de Reiter en busca de algo para desacreditarlo, y los investigadores privados fueron acusados de seguir a las menores y sus familiares. En un caso, el padre de una niña dijo que un investigador privado lo había obligado a salirse de la vía, muestran informes policiales y judiciales.
Varias de las menores dijeron que se sintieron intimidadas por Epstein y Sarah Kellen, asistenta del multimillonario y quien supuestamente programaba los masajes, quien les advirtió que no hablaran con la Policía, según el informe policial.
En una entrevista con el Miami Herald, Dershowitz dijo que no tuvo nada que ver con investigar el pasado de las menores ni de instruir a nadie que las siguiera a ellas y a sus familiares.
“Yo no soy investigador. Mi único trabajo es negociar y llevar el caso si va a juicio”, dijo.
Sin embargo, Dershowitz convenció a Krischer de que las niñas no serían testigos creíbles en un juicio, según Reiter y Recarey.
Los investigadores de la defensa compilaron antecedentes de las víctimas en un esfuerzo por mostrar que las que acusaban a Epstein tenían pasados problemáticos.
Dershowitz se reunió con Krischer y Recarey, con quienes compartió los resultados de una investigación sobre una de las niñas, de quien dijo era una “excelente estudiante de teatro” quien lanzó obscenidades a su investigador.
El jefe de la Policía de Palm Beach no estaba convencido de que el fiscal estatal Barry Krischer quería seguir adelante con el caso de Jeffrey Epstein. La Policía convenció a la fiscalía federal que se hiciera cargo del caso.
“Nuestra investigación había descubierto al menos una de sus páginas digitales, adjunto algunos ejemplos... el sitio muestra detalles, incluidas fotos, de su aparente fascinación con la marihuana”, escribió Dershowitz en una carta sin fecha enviada a Recarey. Dershowitz también disputó la alegación que uno de los investigadores privados de su equipo se había hecho pasar por policía.
Pero Recarey no se echó atrás.
“Sus abogados nos mostraron una página de MySpace en que una de las niñas tenía una cerveza en la mano, y dijeron ‘Oh, mira, está tomando alcohol y no tiene edad para hacerlo’”, recordó Recarey. “Bueno, dígame, ¿qué adolescente no hace eso? ¿Significa eso que no es una víctima porque se bebió una cerveza? Lo que usted me está diciendo es que la única víctima de una agresión sexual puede ser una monja”.
Krischer y el fiscal principal del caso, la fiscal estatal adjunta Lanna Belohlavek, comenzaron a evitar las llamadas telefónicas y correos electrónicos de Recarey y Reiter, y demoraron en aprobar las citaciones judiciales, dijeron Reiter y Recarey.
“Desde el principio quedó en claro que las cosas habían cambiado, de cuando Krischer dijo ‘vamos a encerrar a este tipo de por vida’ a ‘estas son las razones por las que no vamos a llevar este caso a juicio’ ”, dijo Reiter.
Krischer, quien se retiró y ahora es abogado privado, no respondió a varias solicitudes de declaración por parte del Miami Herald. Belohlavek tampoco respondió a un correo electrónico enviado a su oficina.
“Se me hizo aparente que parte de nuestras pruebas se estaban filtrando a los abogados de Epstein, quienes comenzaron a cuestionar todo lo que teníamos en nuestra declaración jurada de causa probable”, dijo Reiter.
El día del registro, el 20 de octubre del 2005, encontraron que habían sacado de la casa la mayor parte de los discos duros de computadora de Epstein, las cámaras y videos de vigilancia, dejando cables colgando, indica el informe policial.
Pero la descripción de la casa por parte de las niñas encajaba con lo que los detectives encontraron, incluido el sofá rosado en el baño de Epstein y el tocador donde guardaba sus juguetes sexuales.
Reiter dijo que le estaban robando la basura de su casa, en momentos que colocaban su vida bajo un microscopio. Los investigadores privados de Epstein incluso identificaron a maestros de cuando Reiter estaba en la escuela primaria, dijo el ex jefe policial. Se hicieron preguntas sobre donaciones hechas por Epstein a la Policía, aunque Reiter había devuelto una donación poco después de comenzar la investigación.
Por su parte, Recarey dijo que comenzó a tomar diferentes rutas para ir y venir del trabajo, e incluso cambiaba de vehículo porque sabía que lo estaban siguiendo.
“En un momento se convirtió en un juego del ratón y el gato. Yo me detenía en una luz roja y de inmediato continuaba. Yo sabía que ellos estaban ahí y ellos sabían que yo sabía que estaban ahí. Yo estaba preocupado por mis hijos, porque no sabía si alguien acabado de salir de prisión que ellos contrataran podía hacerme daño a mí o a mi familia”, dijo Recarey.
A pesar de la fuerte presión política, Reiter and Recarey siguieron adelante, y ese esfuerzo generó pruebas que apoyaban la mayoría de las alegaciones de las menores, dijeron. Tenían registros telefónicos que mostraban que Epstein y su asistenta, Kellen, habían llamado a muchas de las jovencitas. La bitácora del avión privado de Epstein mostraba que las llamadas se hicieron cuando Epstein estaba en Palm Beach.
Reiter y Recarey obtuvieron docenas de libretas de mensajes de la casa de Epstein que parecían una lista de personas famosas, como David Copperfield y Donald Trump, una indicación del amplio círculo de amigos influyentes de Epstein. También había mensajes de jovencitas, y sus números telefónicos eran los mismos de muchas de las adolescentes que Recarey había entrevistado, dijo el detective retirado. [Los mensajes] decían: “Courtney llamó, puede venir a las 4”, o “Tanya no puede venir mañana a las 7 p.m. porque tiene práctica de fútbol”.
También había testigos: dos de los mayordomos de Epstein fueron entrevistados bajo juramento por Recarey, confirmando que las jovencitas habían visitado la casa. Uno de los mayordomos, Alfredo Rodríguez, le dijo a Recarey que cuando le encargaron limpiar el baño grande de la habitación después de las sesiones de Epstein con las jovencitas, muchas veces descubrió juguetes sexuales. En una ocasión se tropezó casualmente con una alumna de secundaria, a quien identificó, durmiendo desnuda en el spa de Epstein, testificó Rodríguez en un tribunal en el 2009.
Rodríguez dijo que le encargaron pagar a las jovencitas y se refirió a sí mismo como “un cajero automático humano” porque Epstein le ordenó que siempre tuviera US$ 2.000 en el bolsillo. También le asignaron comprar regalos a las jovencitas. Rodríguez entregó a Recarey copias de páginas de un libreta que Epstein y su personal tenían con los nombres y teléfonos de muchas de las jovencitas de Palm Beach, dijo Recarey.
Sin embargo, Rodríguez se quedó con la mayor parte del “librito negro” de Epstein y en noviembre del 2009 trató de venderlo en US$ 50.000 a un agente encubierto del FBI que se hizo pasar por abogado de una de las víctimas. Rodríguez fue arrestado y sentenciado en el 2012 a una prisión federal, y murió allí tres años después de una enfermedad. El libro en cuestión —con los números telefónicos personales de muchos de los amigos poderosos de Epstein y celebridades— finalmente salió a la luz pública como parte una demanda civil. Entre otras cosas, tenía más de 100 nombres y números telefónicos de mujeres bajo el acápite de “masajes” en todas las ciudades donde Epstein tenía una residencia.
En mayo del 2006, Recarey redactó declaraciones juradas de causa probable, acusando a Epstein, a dos de sus asistentes y a una reclutadora, de delitos sexuales. Pero el fiscal estatal Krischer tomó lo que Recarey dijo fue una decisión poco común de referir el caso a un jurado de instrucción estatal. Epstein fue encausado en un tribunal estatal por un cargo menor de pagar por prostitución.
Recarey dijo que Krischer le dijo que no creía en las personas que acusaban a Epstein, y solamente dos de ellas fueron llamadas ante el jurado de instrucción estatal que investigaba el caso, aunque la policía ya tenía más de una docena de jovencitas y testigos en ese momento.
Creyendo que el caso estaba comprometido, Reiter —ese mismo mes, mayo del 2006— asumió una postura pública contra Krischer y escribió una carta, que fue entregada a los medios noticiosos, en que exhortó a Krischer a retirarse del caso. Reiter entonces refirió el caso al FBI, que inició su propia investigación en julio del 2006, muestran registros.
Reiter dijo que a partir de entonces algunos círculos en Palm Beach lo pusieron en la lista negra por pasar por encima de Krischer, y la relación entre los dos hombres, que una vez fue fuerte, nunca volvió a ser la de antes.
Pero Reiter no se arrepiente de lo que hizo.
“Aquí hay retos que no existen en muchos otros lugares debido a la fortuna que tienen muchos en la comunidad, pero la única manera en que yo podía enfocar el caso era nada de eso importaba. La verdad es la verdad. Los hechos son los hechos. A todos se les trata igual”.
En los años siguientes, varias de las víctimas contrataron abogados y presentaron demandas civiles contra Epstein. A partir del 2008 se presentaron unas dos docenas de demandas. Los primeros casos fueron particularmente brutales para las víctimas, muestran los registros judiciales. Las jóvenes enfrentaron duros interrogatorios de otro grupo de abogados civiles de Epstein, quienes las interrogaron sobre sus novios, consumo de alcohol y drogas, sus mensajes en las redes sociales, sus padres e incluso su historial médico.
A una niña le preguntaron por los abortos que se había hecho, y sus padres, quienes eran católicos y no sabían nada, también fueron interrogados.
Licata dijo que las preguntas de los abogados civiles de Epstein fueron sobre cosas tan íntimas que se puso paranoica de que la estaban siguiendo.
“Sus abogados lo averiguaron todo. Me preguntaron si tenía un hijo, si me había hecho un aborto, ‘¿te acostaste con 30 tipos?’ Yo dije: ‘¿Usted me hace esas preguntas cuando representa a un tipo que le estaba haciendo esto a cientos de niñas? ¿Cómo puede dormir por la noche?’ ”.
De Brooklyn a Palm Beach
Jeffrey Epstein nació en Brooklyn, hijo de un empleado del Departamento de Parques de Nueva York. En una de varias declaraciones como parte de las demandas en su contra, Epstein dijo que asistió a la Escuela Cooper Union para el Avance de las Ciencias y el Arte, y entonces estudió Física en la Universidad de Nueva York. Pero nunca se graduó, y se fue a enseñar en la Dalton School, una academia privada de élite en el Upper East Side de Manhattan. Varios perfiles noticiosos a lo largo de los años han especulado cómo ganó su vasta fortuna, calificándolo de“acaudalado y misterioso” y“El talentoso Sr. Epstein”.
Pero esto es lo que se sabe: empezó en Wall Street cuando el padre de uno de sus alumnos le ofreció un empleo. En Bear Stearns, una firma de inversión, bancaria y de negociaciones de valores, se hizo especialista en derivados, en que aplicaba fórmulas matemáticas complejas y algoritmos informáticos para evaluar información financiera y tendencias.
Entonces se estableció por su cuenta con la creación de J. Epstein & Co. Su fortuna mejoró cuando se hizo asesor financiero de Leslie Wexner, fundador de las tiendas The Limited y propietario de la marcas de Victoria’s Secret. Más adelante, Epstein se jactaba de que solamente manejaba carteras de clientes que tuvieran US$1.000 millones o más.
A través de Wexner, adquirió una mansión de piedra de siete pisos que se considera la residencia privada más grande de Manhattan: una fortaleza de 21.000 pies cuadrados (6.400 m2) con aceras con calefacción que ocupa la cuadra entera de la 71 Street entre las avenidas Quinta y Madison.
También es dueño de un rancho de 10.000 acres (4,4 hectáreas), llamado Zorro, en Nuevo México, y una isla privada llamada Little St. James en las Islas Vírgenes, la mansión de US$13 millones en Palm Beach, un jet Gulfstream, y en cierto momento incluso tuvo un Boeing 727.
Epstein nunca ha integrado la lista Forbes 400 de los estadounidenses más acaudalados, en lo fundamental porque la revista nunca ha podido determinar la fuente o la envergadura de su riqueza.
Epstein ha sido acosado por interrogantes sobre sus operaciones financieras. Steven Hoffenberg, un antiguo socio de negocios, lo demandó en el 2016, alegando que Epstein fue el cerebro de una estafa tipo Ponzi por valor de US$500 millones por la que Hoffenberg fue encarcelado en 1995. Hoffenberg cumplió 18 años de prisión, pero posteriormente retiró la demanda contra Epstein.
En agosto, dos antiguos inversionistas de Hoffenberg reactivaron la demanda contra Epstein, pero el caso fue retirado en octubre.
Epstein y su socia, Ghislaine Maxwell, nacida en Gran Bretaña, fueron acusados en una demanda federal civil en el 2015 de organizar fiestas sexuales con menores de edad en el avión privado de Epstein, llamado “The Lolita Express”, y en las varias residencias de Epstein. Maxwell, quien nunca ha sido acusada, ha negado alegaciones en la demanda en el sentido de que era la “madama de Epstein”. La demanda, presentada por la víctima Virginia Roberts, fue resuelta en el 2017.
Pero fueron los contactos de Epstein con gente poderosa y famosa lo que lo colocó inicialmente en el candelero público. En el 2002 viajó en su jet privado con el ex presidente Bill Clinton, el actor Kevin Spacey, el comediante Chris Tucker y otros a Sudáfrica como parte de una misión relacionada con la lucha contra el sida en apoyo a la Fundación Clinton.
Pero Epstein, donante de los Clinton y quien contribuyó cientos de miles de dólares a candidatos y causas demócratas, se dio cuenta de que sus conexiones políticas con los demócratas no lo iban a ayudar en el 2006, cuando el fiscal era Alexander Acosta, un republicano conservador nombrado durante el gobierno del presidente George W. Bush.
Aquí entra Kenneth Starr
La táctica de Epstein: contratar a los abogados más agresivos y con más relaciones políticas que su dinero pudiera pagar.
El primero de la lista era Kenneth Starr, un icono republicano debido a su papel de fiscal especial en la investigación de Bill Clinton por el caso Whitewater, que llevó al juicio político del Presidente después que se reveló que había tenido relaciones sexuales con una joven pasante de la Casa Blanca. Al igual que Acosta, Starr había trabajado en la prestigiosa firma de abogados Kirkland & Ellis. Epstein también contrató a Jay Lefkowitz, también de Kirkland, fue asesor de política nacional y posteriormente enviado especial a Corea del Norte durante la presidencia de George W. Bush.
Durante la investigación del entonces presidente Bill Clinton, el fiscal especial Kenneth Starr descubrió las relaciones sexuales del mandatario con Monica Lewinsky, una revelación que llevó a un juicio político. Starr fue uno de varios abogados poderosos contratados por el multimillonario Jeffrey Epstein para que lo defendieran de cargos de abuso sexual de menores.
Epstein también contrató a Bruce Reinhart, entonces fiscal federal adjunto en Palm Beach. Reinhart, ahora magistrado federal, renunció a la fiscalía federal el 1 de enero del 2008 y comenzó a representar a los empleados de Epstein al día siguiente, muestran registros judiciales. En el 2011, Reinhart fue nombrado en la demanda por los Derechos de las Víctimas de Delitos (CVRA), que lo acusaba de infringir normas del Departamento de Justicia al cambiar de bando, implicando que usó indebidamente información privilegiada sobre la investigación a Epstein para ganarse el favor de Epstein.
Reinhart, en una declaración jurada adjunta al caso de los derechos de las víctimas, negó la alegación, diciendo que no participó en el caso penal de Epstein y “nunca conoció ninguna información confidencial sobre el asunto de Epstein”.
La fiscalía federal ha disputado esa afirmación desde entonces, expresando en documentos del tribunal que Reinhart sí tenía información confidencial sobre el caso.
Al ser contactado para este reportaje, Reinhart dijo en un correo electrónico que nunca representó a Epstein, sino a empleados de Epstein: los pilotos, a Sarah Kellen, y a Nadia Marcinkova, esta última descrita por algunas víctimas como la esclava sexual de Epstein. Reinhart también mencionó una queja presentada en su contra por Paul Cassell abogado de víctimas, que fue desestimada por el Departamento de Justicia.
Ese mismo año, el 2011, más jovencitas siguieron dando un paso adelante, entre ellas Roberts, quien alegó en un artículo publicado por un tabloide británico que Epstein le ordenó —cuando ella era menor de edad— tener relaciones sexuales, no solamente con él, sino con otros hombres poderosos, entre ellos su abogado, Alan Dershowitz, y el príncipe Andrés. Dershowitz y Andrés rechazaron las alegaciones de Roberts, pero después que la mujer presentó una declaración jurada en el tribunal federal de Miami, la tormenta noticiosa que se creó a continuación obligó a Acosta, quien entonces era decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de la Florida, a explicar por qué declinó enjuiciar a Epstein.
En una declaración pública por escrito del 20 de marzo del 2011, Acosta afirmó que el acuerdo al que llegó con los abogados de Epstein era más duro de lo que hubiera sido si el caso hubiera quedado en manos del fiscal estatal, Krischer, quien prefería acusar a Epstein solamente de un delito menor de prostitución.
Acosta también describió lo que calificó de “un asalto de todo un año” contra los fiscales por parte del “ejército de abogados superestrella” de Epstein, quienes dijo investigaron a fiscales y sus familiares en busca de “pecados personales” para descalificarlos del caso de Epstein.
En una entrevista, Dershowitz negó que los abogados de Epstein hubieran investigado a los fiscales.
Pero hay documentos que muestran que Acosta no solamente cedió ante la presión de los abogados de Epstein, sino que él y otros fiscales trabajaron con esos abogados para controlar el caso, incluso mientras el FBI descubría evidencias de víctimas y testigos en otros estados, muestran documentos del FBI y de tribunales federales.
En el 2007 se había preparado un encausamiento de 53 páginas y se entregaron citatorios judiciales a varios de los empleados de Epstein, para obligarlos a testificar ante un jurado de instrucción federal. Los registros judiciales revelan que comenzaron a enviarse numerosos correos electrónicos entre los fiscales y el equipo defensor de Epstein. Esos correos muestran que fiscales federales siguieron cediendo ante las exigencias de Epstein.
Los fiscales permitieron a los abogados de Epstein dictar los términos de cada acuerdo, y se echaron atrás repetidas veces en materia de fechas tope, de manera que la defensa de hecho controló el ritmo de las negociaciones, muestran los correos electrónicos y cartas.
Queda claro, a partir de los correos y otros registros, que los fiscales dedicaron una gran cantidad de tiempo a encontrar una forma de solucionar el caso con el menor escándalo posible. En vez de acusar a Epstein de un delito sexual, los fiscales consideraron cargos de manipulación de testigos y obstrucción de la justicia, y delitos menores que hubieran permitido a Epstein declararse culpable en secreto en Miami, en vez de en el Condado Palm Beach, donde vivía la mayoría de sus víctimas, limitando así la exposición del acusado ante los medios de comunicación y reduciendo las probabilidades de que las víctimas se presentaran en el tribunal para la sentencia.
“Me he dedicado a leer con cuidado el Título 18 [del código penal federal] en busca de delitos menores”, escribió la fiscal principal, A. Marie Villafaña, a los abogados de Epstein el 13 de septiembre del 2007, agregando que estaba tratando de encontrar “una base factual” para acusarlo de uno o más delitos no sexuales.
La cadena de correos muestra que los fiscales en ocasiones se comunicaron con el equipo defensor de Epstein mediante direcciones de correo privadas y que su correspondencia hizo referencia a discusiones que querían tener por teléfono o en persona, de manera que no hubiera un rastro de papel.
“Es algo muy inusual y provoca sospechas de faltas de ética cuando uno ve correos electrónicos que dicen ‘llámeme, no ponga esto por escrito’. No hay razones para preocuparse de escribir sobre algo si no hay nada indebido o poco ético en el caso”, dijo la ex fiscal federal Francey Hakes, quien trabajó en la unidad contra delitos infantiles del Departamento de Justicia.
El 24 de septiembre del 2007 se llegó a otro acuerdo, pero Epstein no estaba satisfecho, muestran correos electrónicos.
Lefkowitz siguió presionando a la fiscalía federal para mantener el acuerdo en secreto, aunque a tenor con la Ley de Derechos de Víctimas de Delitos los fiscales estaban obligados a informar a las víctimas que se había firmado una negociación de cargos.
“Objetamos que usted le envíe una carta a las supuestas víctimas”, escribió Lefkowitz el 28 de noviembre. “... Cualquier carta se filtraría de inmediato a la prensa y sus acciones afectarían al Sr. Epstein y promoverían litigios civiles espurios en su contra. También solicitamos que si su despacho opina que debe enviar una carta a las supuestas víctimas... eso debe suceder solamente después que el Sr. Epstein haga su declaratoria de culpabilidad o inocencia”.
Para diciembre, Epstein todavía no había aceptado una fecha para su audiencia de declaratoria y técnicamente había infringido el acuerdo de septiembre, que le exigía presentarse ante el tribunal en noviembre, señaló Acosta en una carta a Kenneth Starr en diciembre del 2007.
“[Los fiscales federales] que han estado negociando con los abogados defensores durante algún tiempo se me han quejado de las tácticas del equipo de la defensa”, escribió Acosta. “A los fiscales les parece que tan pronto se llega a una solución en un tema, los abogados defensores encuentran formas de impugnar la solución de otra manera. ... Algunos en nuestra oficina están profundamente preocupados de que los abogados de la defensa seguirán impugnando cláusulas del acuerdo, incluso después que el Sr. Epstein haya hecho su declaratoria de culpabilidad y por lo tanto el acuerdo se ha convertido en algo difícil de echar atrás”.
Y eso es exactamente lo que sucedió.
Villafaña mostró con frecuencia su frustración.
“Yo pensé que habíamos trabajado bien juntos para solucionar esta disputa. … creo que hice un gran esfuerzo para tener en mente las consecuencias que este acuerdo tendría para el Sr. Epstein”, escribió Villafaña a Jay Lefkowitz, abogado de Epstein, el 13 de diciembre del 2007.
Pero para entonces ya habían pasado dos meses desde la firma del acuerdo, y Jeffrey Sloman, el principal asistente de Acosta, le dijo a Lefkowitz que planeaba comenzar a notificar a las víctimas de Epstein.
Lefkowitz le escribió indignado a Acosta: “Usted… me aseguró que su despacho no… contactaría a ninguno de los individuos identificados, testigos potenciales o demandantes civiles potenciales y sus abogados respectivos en este asunto”.
A medida que pasaron los meses, con el acuerdo todavía en el aire, los fiscales federales comenzaron a preparar una vez más encausamientos contra Epstein, muestran registros judiciales. La investigación del FBI se reanudó brevemente y entrevistaron testigos adicionales en Nueva York y Nuevo México, según los registros. En enero del 2008 se enviaron cartas a varias víctimas de Epstein para informarles que la investigación del FBI“seguía su curso” mientras continuaban las negociaciones para llegar a un acuerdo final de negociación de cargos.
Starr apeló al Departamento de Justicia en Washington, impugnando la jurisdicción federal del caso.
En documentos presentados recientemente al tribunal, el gobierno se vio obligado a responder a preguntas sobre sus negociaciones, y finalmente admitió en el 2013 que fiscales federales habían cedido ante la presión de los abogados de Epstein.
“El gobierno reconoce que, al menos en parte como resultado de objeciones presentadas por los abogados de Epstein sobre la notificación a las víctimas, [la fiscalía federal] reevaluó su obligación de notificar a las víctimas y Jane Doe #1 no fue informada que la fiscalía federal había suscrito un acuerdo con Epstein hasta después que éste se firmó”, escribió el fiscal federal adjunto Dexter Lee.
Hakes, la ex fiscal federal, dijo:“Nunca he escuchado de un caso en que los fiscales federales consulten con un abogado defensor antes de enviar cartas de notificación a víctimas. Negociar el texto de las cartas y contemplar incluso si se deben enviar sugiere que los derechos de las víctimas se infringieron varias veces”.
La agresiva defensa de Starr ante las alegaciones de conducta sexual indebida contra Epstein contrastó significativamente con su investigación del entonces presidente Clinton.
Starr enfrentó críticas en el 2016 y renunció como presidente de la Universidad Baylor en medio de alegaciones de que él y otros funcionarios universitarios manejaron indebidamente alegaciones de agresión sexual presentadas por alumnas de ese centro contra jugadores del equipo de football de la universidad.
El Miami Herald trató de contactar a Starr, a través de una carta certificada y a través de un portavoz del bufete de abogados para el que trabaja, Lanier Firm, pero no recibió respuesta.
El detective Recarey, uno de los agentes más condecorados en la Policía de Palm Beach, dijo que el caso de Epstein fue el más problemático en sus 23 años de carrera.
“Algunas de las víctimas le temían, todavía le temen, a Epstein”, dijo en una serie de entrevistas con el Miami Herald hace unos meses.
En privado, Reiter y Recarey afirmaron que tenían la esperanza de que algún día Epstein fuera llevado a juicio, pero agregaron que esa esperanza ha perdido fuerza.
“Yo siempre esperé que iban a desestimar la negociación de cargos y que estas jovencitas, a quienes los fiscales calificaron de prostitutas, finalmente podrían quitarse de encima esa etiqueta y ver a Epstein encarcelado, que es donde merece estar”, dijo Recarey.
Recarey falleció a los 50 años tras una breve enfermedad en mayo del 2018.