
David Leonhardt escribió en The New York Times:
“Muchos estadounidenses por encima de los 60 años deberán pagar más por el seguro de salud bajo el plan sanitario republicano. Varias familias de ingresos bajos perderían su seguro médico. Muchas personas discapacitadas, pacientes con hepatitis y adictos al opio, entre otros, ya no recibirán el tratamiento que reciben hoy día.
¿Y dónde irán a parar los millones de dólares ahorrados por estos recortes?
Principalmente irían al 1% de las viviendas de mayores recursos, aquellos que ganan al menos US$ 700.000 al año, según el Centro de Políticas de Impuestos. Una desproporcionada cantidad de ahorros volcados a los más adinerado, los que ganan millones.
El proyecto republicano de salud es, y no en pequeña medida, un impuesto para los ricos.
Si te estás preguntando cómo los líderes republicanos pueden defender un recorte a las prestaciones para ancianos, enfermos e indigentes para financiar a la alta gama, el vocero de la Cámara baja, Paul Ryan, ofreció una no respuesta reveladora, tal como señala Jonathan Chait en la revista New York.
En una conferencia de prensa, un periodista preguntó a Ryan por qué el proyecto de ley reducía impuestos a los ricos. Ryan se rió, evadió la pregunta, le dijo al reportero que leyera el proyecto de ley y pasó a otra pregunta. Evidentemente, él no puede defender la reducción de impuestos.”
El apresurado proyecto de salud pública republicana es todo lo que dijeron que odiaban sobre el Obamacare.
Sarah Kliff cubrió todo aquel debate para la web Vox, y aquí su relato:
A las 4:30 de la mañana del jueves 09/03, después de un margen de beneficio de 17 horas, el proyecto de ley de salud pública del Partido Republicano pasó por el Comité de Formas y Medios sin ser alterado.
El acta de cuidado de la salud estadounidense pasó por el comite exactamente 58.5 horas después de que fue ingresada el lunes 06/03 por la tarde. El comité votó a favor del proyecto de ley sin saber cuánto costaría o a quiénes brindaría cobertura porque votaron antes que la Oficina de Presupuesto -o cualquier otra autoridad creíble- tuviese tiempo para evaluar el probable impacto del proyecto de ley. Y los republicanos lo prefieren de esta forma. Ellos no quieren saber lo que probablemente concretará su proyecto y tampoco quieren que nadie lo sepa.
Yo cubrí el 1er. debate del Obamacare, en 2009 y 2010. Y esta semana, algo se volvió muy evidente: Los republicanos planifican moverse más rapido y menos deliberadamente respecto de cómo lo hicieron los demócratas cuando trazaron el Obamacare. Ellos pretenden hacer esto a pesar de criticar repetidas veces, y con mucho enojo, al acta de cuidado asequible (Obamacare) porque se movía "demasiado rápido y con muy poco debate previo".
El 1er. diseño de la ley que se transformó en el Obamacare -al menos por el lado de la Cámara de Representantes- fue introducido el 19/06/2009. Esto fue un esquema de discusión armado por la oficina de la entonces vocero de la Casa, Nancy Pelosi. El trabajo ocurrió después de muchos documentos técnicos, debates y audiencias que se extendieron durante varios meses antes de la reelección del pesidente Barack Obama. La historia legislativa de John Canaan acerca del Obamacare es una guía inestimable de lo que ocurrió durante ese período, así como lo que pasó después en la Casa de los diputados.
El objetivo del esquema de Pelosi era fomentar la discusión sobre las políticas abordadas por el proyecto de ley, y eso es exactamente lo que los demócratas, durante un mes completo, estuvieron haciendo. El Comité de Educación y Trabajo convocó a una audiencia sobre la discusión del proyecto el 23/06/2009. La Comisión de Medios y Arbitrajes celebró una audiencia de 3 días desde el 23/06/2009 al 25/06/2009.
El único proyecto disponible para el debate en esta ocasión fue uno que se 'filtró' al reportero de la web Politico, Paul Demko.
Estos debates, a finales de junio y principios de julio 2009, culminaron en el expediente H.R. 3200, un proyecto de ley con fecha 14/07/2009. Ese mismo día, la Oficina de Presupuesto del Congreso publicó estimaciones preliminares de cuánto costaría y cuál sería la cobertura del proyecto de ley. Ellos estimaron que la ley reduciría el número de no asegurados en 37 millones en 10 años y costaría US$1 billón. El acta de cuidado de salud asequible que finalmente ellos aprobaron fue menos generosa que el proyecto, y tenía menos cobertura estimada.
Entonces, el 17/07/2009, 3 días después del ingreso del proyecto, se abordó oficialmente en comisión. Pero lo que fue muy diferente en 2009 respecto a 2017 fue todo el trabajo previo: un borrador de discusión, audiencias y cifras preliminares de la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Los republicanos, entonces, sintieron que el proceso se movía demasiado rapido.
"El Congreso está avanzando rápidamente en una revisión del cuidado de la salud que carece de un ingrediente clave: La partcipación de ustedes, el pueblo estadounidense", dijo en aquella ocasión el representante Paul Ryan.
Pero demócratas se movieron aquella vez con más información que la que permiten los republicanos ahora, aunque menos de la que ideal para una revisión legislativa del sistema de salud estadounidense. Y gran parte del debate en 2009 -tal como ocurre en 2017- giró en torno a las conclusiones a partir del informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso.
En la audiencia del 23/07/2009, Michael Burgess (Republicano-Texas) presionó sobre el tema pidiendo más información adicional.
Burgess ahora es quien se encuentra al mando de la Comisión pero hizo todo lo contrario a lo que reclamó aquella vez.
"Estos números no representan una estimación de costo formal o completa de la previsión y cobertura del proyecto de legislación", se quejó el entonces director de la Oficina de Presupuesto, Doug Elmendorf.
El representante Dave Camp, quien luego quedó como el miembro republicano de mayor rango en el tema, tampoco estuvo satisfecho con los demócratas.
"Cuando hablamos del cuidado de la salud no nos podemos dar el lujo de adivinar" dijo en aquella ocasión: "Esto no es un experimento elaborado por un Think-Tank sino que es la vida y el trabajo de personas".
Tanto se reclamó que se conoció una estimación más precisa el 17/07/2009 acerca del costo de aplicar el proyecto.
La diferencia es innegable. Las propuestas fueron públicas durante semanas, y el Congreso tuvo estimaciones básicas para analizar. Nada de eso existe en 2017.
Por otra parte, el Obamacare, desde el inicio hasta el final, demoró 15 meses para pasar al Senado. A los republicanos les gustaría pasar su proyecto de ley antes de las vacaciones de Semana Santa en abril. Ryan planifica aprobar su proyecto de ley en la Cámara en cuestión de semanas.
El proceso de los demócratas no fue perfecto. Pero fue mucho mejor que lo que está sucediendo ahora.
7 años antes, las críticas republicanas sobre los procesos de debate no han cambiado, y ahora son críticas demócratas. Pero es ridículo escuchar a Kevin Brady (R-TX) afirmar que el Obamacare fue "escrito en la oscuridad de la noche y apurado a traves del Congreso". Nunca podría fundamentar esa afirmación. Y Brady nunca podría explicar cómo aprobó el proyecto republicano a las 4:30 del martes 07/03.
Los republicanos hicieron pasar un proyecto en comisión en menos de 4 dias desde que fuese hecho público. No mostraron ninguna intención de involucrar a los demócratas en cualquier discusión que pudiese aportar a que la futura ley funcione mejor.
Esta estrategia puede darles éxito político. Moverse rápidamente puede ser la única forma de conseguir que un proyecto de ley sea aprobado.
"Me parece claro que el liderazgo republicano decidió que el tiempo es la clave", dijo Lanhee Chen, ex consejero de salud del ex gobernador presidenciable de los republicanos, Mitt Romney. "Sería bueno tener toda la información que necesitamos ya sea mientras o antes que tengamos el debate. Eso es un mundo ideal. Pero también creo que choca con la realidad que cuanto más entramos en este proceso, más difícil será lograr ciertos objetivos de consenso sobre políticas y políticos".
Una estrategia para triunfos políticos no necesariamente se convierte en una buena política de Estado. Es clave encontrar las deficiencias de un proyecto que tendrá que alcanzar a tantas personas en situaciones diferentes. Mejorar un proyecto es necesario antes de que se convierta en legislación.
Si los republicanos logran pasar su proyecto de ley,tendrán que hacer algo mucho más difícil: ponerlo en práctica y que funcione bien. Esta fue la parte más difícil del Obamacare, incluso más que la dura batalla legislativa. Y los republicanos pueden fracasar si la ley que tienen que poner en práctica fuera apresurada, tuviera deficiencias o no proporcionara las soluciones que se le reclaman.
Pero, tal como lo han encarado, los republicanos cargarán con toda la mochila, en especial la del caos."
Jan Martínez Ahrens escribió en el diario madrileño El País:
"(...) Hace solo una semana, el Presidente vivió uno de sus momentos más amargos cuando se descubrió que su amigo, el fiscal general, Jeff Sessions, había mentido ante el Senado sobre sus conversaciones con el embajador ruso en Washington. El ocultamiento contaminó de tal modo al fiscal que tuvo que recusarse de cualquier investigación sobre la campaña electoral y la trama rusa.
El golpe mostró a un Trump débil. Había intentado evitar la inhabilitación de Sessions y no lo había conseguido. Por el contrario, la oposición demócrata se había crecido y la duda sobre el verdadero alcance de la conexión rusa cundía entre los propios republicanos.
Para retomar la iniciativa, Trump sacó una bomba de la chistera y el sábado acusó sin pruebas a su antecesor de haberle espiado durante la campaña electoral. Ya entrada la semana, aún sin despejarse la polvareda, rompió sus ambigüedades pasadas y se volcó en la defensa de la reforma sanitaria. Una de las banderas más populares entre los republicanos, pero que en sus primeros pasos ha desatado una furiosa revuelta interna: para los halcones conservadores es excesivamente blanda, y para los moderados va demasiado lejos.
Ante esta pugna, Trump se ha situado en el centro. Su convicción, reflejo de sus propias necesidades electorales, es que la demolición del Obamacare debe reducir el peso de la intervención estatal pero sin masacrar a sus usuarios. Para ello elimina las multas a quien no contrate un seguro y sustituye el actual entramado de subsidios por desgravaciones fiscales. Al mismo tiempo, frena las ansias liquidacionistas de los halcones al postergar a 2020 la congelación del programa para los desfavorecidos (Medicaid) y diferir un año la retirada de los impuestos que nutren el sistema.
El discurso, sin datos que lo avalen, es lo suficientemente amplio para arrancar la negociación. “El presidente, como buen empresario, escuchará a quien tenga una buena idea. No vamos a quedarnos quietos; vamos a salir fuera y vender el proyecto, pero si una idea surge, la tomaremos”, ha prometido el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.
Con este afán, Trump se ha multiplicado a sí mismo. Sin pestañear le ha robado el protagonismo al autor de la propuesta, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul D. Ryan, y en un intenso ejercicio de relaciones públicas ha mantenido reuniones con todo tipo de republicanos, incluido su antiguo rival Ted Cruz, al que durante meses llamó El Mentiroso.
Su equipo se ha sumado a la ofensiva. Tanto el vicepresidente, Mike Pence, como el director de la Oficina Presupuestaria, Mick Mulvaney, han entrado en la boca del lobo y se han citado con los líderes del núcleo más reacio, un grupo de 30 congresistas, antiguos legados del Tea Party, cuyo negativa a apoyar el proyecto podría acarrear su derrota la semana próxima en la Cámara de Representantes.
De momento, el esfuerzo ha sido recompensado. La propuesta ha superado el filtro de los dos primeros comités parlamentarios, pero el viaje aún es largo y falta pasar por la Cámara de Representantes y el Senado. Ahí tienen la mayoría, pero nada está escrito. Trump sigue negociando."